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Zarco Cuevas y su dirección de la RB: un paso adelante en la cualificación biblioteconómica

 

Nueva época en la Real Biblioteca


Carnicero Weber dejó la dirección de la Real Biblioteca (RB) en 1873, cuando se iba a iniciar un período histórico nuevo en la Historia de España, la Restauración, consolidada bajo el reinado de Alfonso XII. Le sustituirá Manuel Remón Zarco del Valle (1833-1923), con un muy largo vínculo con la Casa Real, siendo bibliotecario mayor veinte años, hasta 1893. Desde hacía casi una década era mayordomo de semana supernumerario de Isabel II, sin sueldo, pero el trato de su familia con los Borbones venía de atrás, de su padre y su tío.

En efecto, su tío Antonio (1785-1866) fue un militar de gran dimensión, llegando a teniente general y ministro de la Guerra, con peso político antes de la revolución denominada Gloriosa, de 1868. El padre de Zarco del Valle, llamado igual, Manuel Remón, fue consejero de S.M. e hizo carrera en Filipinas como fiscal del Crimen en su Audiencia. Nuestro Zarco tuvo un hermanastro, Antonio, fiscal togado del Tribunal de Guerra y Marina, siendo premiados los dos últimos con la Orden de Carlos III. Un hijo del gran militar sería agraciado con el marquesado del Zarco en 1895.

La dirección de la Real Biblioteca


Nuestro Zarco supondrá un avance con respecto a la gestión de la RB pues cuando con 33 años, en 1866, solicita la plaza de bibliotecario mayor para cuando vacara, estaba bien formado en bibliografía y de hecho había obtenido dos premios de la Biblioteca Nacional en la materia. Además, sabía idiomas, al menos inglés y francés, y tradujo al americanista Henry Harrisse en 1872 (Introducción de la imprenta en América…, tirada de bibliofilia de 125 ejemplares). 

En 1867 (mayo) jurará su plaza como bibliotecario mayor supernumerario, sin sueldo. El exilio durante la I República sirvió para estrechar más lazos con la Familia Real en París, donde estudió en las grandes bibliotecas galas, estando al tanto de los progresos en bibliografía y biblioteconomía. Antes de su estancia francesa, en España empezó a trabajar cientos de papeletas bibliográficas de libros raros españoles dejadas por Bartolomé José Gallardo (1776-1852), que darían lugar posteriormente al célebre Ensayo en cuatro volúmenes y en el que laboraron otros eruditos, como el entonces joven Marcelino Menéndez Pelayo, que sería frecuentador de la RB en los años de Zarco. Hasta 1889 no se acabaría el proyecto del Ensayo en su selección de papeletas.

Zarco, ya en Madrid, se incorpora a la dirección el 19 de febrero de 1875. Al año siguiente se le otorga la Orden de Carlos III como a sus familiares y ya poseía alguna Orden más entonces. En sus veinte años se dieron a conocer diversos fondos importantes de la RB al acudir diversos eruditos de talla y que los difundieron en sus estudios, como el referido Menéndez Pelayo, pero asimismo otros como el cervantista Francisco Rodríguez Marín cuando estaba en Madrid, el historiador del arte Gregorio Cruzada Villaamil, el historiador del teatro Emilio Cotarelo y Mori, o el musicólogo Francisco Asenjo Barbieri, que eran atendidos en el mesetón de la sala VIII, con sus atriles abatibles. Hay que destacar entre las publicaciones de importantes fuentes manuscritas el Cancionero musical de Palacio [II/1335, biblionumber=395&found1=1], editado por Barbieri en 1890, conteniendo relevantes piezas poético-musicales gestadas entre 1500 y 1520, y cuya publicación tan relevante le valió ser elegido académico un par de años después en la Real Academia Española.

El programa encuadernador bajo Zarco


En los años de Zarco, se continuó desarrollando tarea de encuadernación, tanto de lujo como de solo preservación. Justo al iniciar su dirección Zarco, todavía era encuadernador de Cámara Ginesta Haro, falleciendo al poco, en 1878, pero de entonces hay aún piezas significativas de su taller. Tras la época de los terciopelos, de los años 40-60, se vuelve al dominio de las pieles, del chagreen y marroqueen mayormente. Con tonalidades de contraste o intensas, al modo de los anteriores terciopelos, y siempre con modelos heráldicos reales, diversos.

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Las encuadernaciones más prosaicas se encargaban entonces, y tras Zarco también, con frecuencia a ligadores ya no de Cámara sino comerciales pero finos de ejecución, como Victorio Arias (1856-1935), entonces joven y con el taller en la calle Echegaray, nº 20, donde estuvo largo tiempo.  También habría alguna de lujo suya en este período, aunque mucho más con Alfonso XIII ya. Las prosaicas de Arias, que trabajó con mayor intensidad tras Zarco, y hasta el fin de la dirección de Navas, eran mayormente o en plena pasta granitada con el escudo real en dorado en planos, escudo en pequeño, o en holandesa en tafilete rojo, lomera lisa y planos en azul pavo, a veces con puntas. Estos modelos los continuaría profusamente ya con Alonso XIII.

Los últimos años de Zarco en la RB y su vínculo posterior


En 1890, tras fallecer el oficial bibliotecario Juan de Coupigny y Courten, ya mencionado en la entrada de Carnicero Weber, le sustituyó una persona llamada a desempeñar la dirección como bibliotecario mayor, Juan Gualberto López-Valdemoro, conde las Navas (1855-1935), bien conectado asimismo con la Casa Real y que sucedería a Zarco. Le correspondía por mucha mayor antigüedad al sevillano José María Nogués, ya bibliotecario segundo en 1871, aunque a cambio Navas siempre sería condescendiente con él teniendo presente lo indicado. Ya con 35 años, Navas hizo empatía con Zarco pues los dos tenían perfiles parecidos: mejor formados bibliográficamente (casi más Zarco que Navas), con amistades eruditas comunes, como Menéndez Pelayo, y sobre todo, contaban con alta estima por parte de la Familia Real. 
 

Ambos publicaron Cosas de España (1892), recopilación de textos eruditos muy variados, que tuvo aceptación, por lo que un trienio después dieron a la luz una segunda serie, ya con Zarco fuera de la RB. Fueron editados por el fino impresor sevillano Enrique Rasco, de moda por sus ediciones bibliofílicas que le encargaban el marqués de Jerez de los Caballeros y su hermano el duque de T’Serclaes, Manuel y Juan Pérez de Guzmán y Boza, grandes bibliófilos españoles de las décadas finales de siglo.  

También Zarco y Navas colaboraron en los dos volúmenes del Homenaje a Menéndez Pelayo (1899) por sus veinte años de docencia y por  la amistad que les unía con el gran polígrafo. Navas, tras 1893, acudió a Zarco siempre que lo necesitó, por ejemplo para la realización del catálogo Lenguas de América, ya de 1914, sobre los veintiún manuscritos de vocabularios y gramáticas de la colección palatina de José Celestino Mutis, ingresados muy a finales del reinado de Carlos III e inicios del de su hijo, y de fuerte relevancia lingüística pues aunque casi todos son copias, los originales se perdieron y se recogen en ellos lenguas locales americanas diversas [por ejemplo, biblionumber=84475&found1=1], algunas extinguidas ya en 1914.  

Zarco abandonó la RB precisamente por su estrecha relación con la Familia Real al nombrársele el 27 de marzo de 1893 inspector de oficios y aposentador de la Casa Real y meses después inspector general de los reales palacios, ya bajo Alfonso XIII, que le mantuvo en su aprecio tanto o más que su padre difunto. Es decir, se ocuparía de la gestión de todos los Reales Sitios de la Corona en cuanto a supervisión de sus necesidades y la atención a ellas de instancias inferiores en provisión, administración, etc. 


En 1906 el monarca le haría mayordomo de semana de número tras morir su primo el marqués de Zarco. Por tanto, Manuel Zarco del Valle todavía serviría a la Corona treinta años más tras dejar la dirección de la RB, incluso siendo ya muy mayor, y en Palacio murió en 1922 con casi 90 años, siendo su entierro con profuso aparato de servicio palatino por deseo real.